Historia del Pensamiento Económico :
La Baja Edad Media
Las teorías económicas de principio de la Edad Moderna son incomprensibles si no entendemos que estuvieron condicionadas por el pensamiento medieval influenciado directamente por el cristianismo, el cuál se había ido formando mediante dos factores esenciales: el derecho romano y la tradición judía . El derecho romano había sido una herramienta vigente en la vida política pero empezó a tener gran peso a partir del siglo XII. El nacimiento del Estado Moderno y sus monarquías habían asentar su corpus sobre un derecho legítimo enfocado a la construcción de privilegios por parte de las monarquías.
La preocupación de los pensadores medievales hacia el interés y la usura los llevó también a discutir sobre el tema del dinero, que dio lugar a problemas interminables.
Durante la Baja Edad Media se acuñarán varios términos básicos relacionados con cuestiones económicas, debido en buena medida, a diferentes autores del periodo, entre los que encontramos de manera destacada a Santo Tomás de Aquino y Nicolás de Oresme.
Santo Tomás fue uno de los principales teólogos de la Edad Media con el que el pensamiento filosófico y teológico medieval consiguieron plena madurez. Adquirió un amplio conocimiento aristotélico y estableció una rigurosa división entre fe y razón reivindicando la autonomía de la filosofía. Es dentro de su teología dónde encontramos diferentes reflexiones sobre hechos económicos.
Desde su punto de vista, moral y teológico, intentará hacer una observación comenzando a reflexionar sobre los cambios económicos que se estaban dando en su época, percibirá así la existencia de fenómenos propios de primitivos sistemas de mercado dándose cuenta en primera instancia de los problemas que planteaba el monopolio, y en consecuencia los gremios, que justamente monopolizaban el control de la producción, el almacenaje y la distribución.
Los precios ligados a los gremios eran abusivos y plantearía Tomás una teoría económica sobre el llamado precio justo, que es un análisis caracterizado en clave de moralidad, ya que, para él, el precio justo constituía un elemento virtuoso, mientras que un precio superior al justo era totalmente pecaminoso. El valor de una cosa había de ser su precio justo y si el precio de venta se desvía del él debe procederse a la restitución de la diferencia al comprador o al vendedor, según el caso.
El problema de su planteamiento es que no fijó el mecanismo que debía regular dicho precio y aunque si concluyó en que el salario debía formar parte de este precio justo, tampoco estableció cómo debía regularse ya que ni Santo Tomás, ni Aristóteles (que también se ocupo del justo precio) afirmaron en sus textos que el valor de una cosa debiera igualar a la cantidad de trabajo implicado en la misma.
Para otros autores, se supone que un precio justo es aquel que conserva la sociedad (de que unos no tengan más que otros) y no era necesario especificarlo porque el precio justo era el precio en curso que prevaleciera en un determinado lugar y en un tiempo dado y podía ser fijado aproximadamente por cualquier persona honesta.
Es uno de los primeros pensadores que analiza este fenómeno, tratando también temas como el sistema de precios medieval o la regulación de los mismos, empezando a tener en cuenta el salario. Muchos ideólogos han querido ver en la doctrina de Santo Tomás el germen de teorías muy posteriores, como la del trabajo.
Otro de los principales temas que trató fue el de la usura, que era algo perverso (índole moral para analizar un fenómeno económico) y que debía estar proscrito en la ley civil al igual que lo estaba en la religiosa. Tanto los juristas civiles como los eclesiásticos tenían ante sí la tradición del derecho romano, aunque según Santo Tomás la divergencia entre las leyes civiles y las disposiciones más estrictas adoptadas por la doctrina teológica se debe a la diferencia que hay entre las leyes humanas y las divinas.
El cobro de intereses además de pecado había de ser delito de usura- que deriva de las enseñanzas de la Biblia- y en estos términos observamos cómo muchas veces en esta época el pecado y el delito se confunden: el beneficio estaba condenado por la propia moral, de tal manera que todo aquel que buscase beneficio estaba en pecado.
En el año 325 en el Concilio de Nicea se prohibió al clero el cobro de intereses para cualquier tipo de préstamo y en 1139 se prohibirá definitiva y explícitamente la usura. Hemos de tener en cuenta que cuando escribe Santo Tomás se está consolidando la doctrina de la iglesia así cómo su poder (teocracia pontificia- el papado cada vez está dotado de mayores medios de control). Santo Tomás en su obra “Summa theologiae” pone de manifiesto algunos argumentos en que los canonistas y teólogos se apoyaron para su prohibición basándose, de nuevo, en conceptos heredados del derecho Romano.
A pesar de ello, cuando un acuerdo tomaba forma de préstamo y no podía exigirse lícitamente intereses sobre el título intrínseco del préstamo en sí mismo existían también títulos extrínsecos sobre los cuales el prestamista podía percibir como paga una cantidad superior al capital prestado (consorcios y censales).
Esto dará lugar a un proceso lento en el que se habría de justificar la presencia de beneficios.
A finales del siglo XV se da un avance con el lucro cesante (en la actualidad costes de oportunidad): se deja de ganar por no invertir el dinero en cierta actividad, así cuando un prestamista cobra el dinero tiene derecho a cobrar un beneficio extra porque ese dinero podría haber sido dirigido a otra actividad. Es un antecedente que justificaba el cobro de beneficios.
Incluso la fisiocracia (siglo XVIII) llegará a afirmar que la auténtica riqueza provenía de las actividades agrícolas y que el comercio era una actividad estéril. Esta cuestión estará siempre presente, pues este tipo de ideas respecto a la usura, el interés o el comercio, no quedarán borradas hasta entrada la Edad Contemporánea.
Esto demuestra que la historia económica no puede ser interpretada en clave de sucesión ya que distintas épocas, teorías y autores están íntimamente relacionados.
El segundo autor que nos atañe, Nicolás de Oresme, fue un pensador del siglo XIV de origen francés, docto en diversas materias como la teología o la astronomía perteneciente a la escuela de París que dio nuevas interpretaciones de Aristóteles promoviendo un pensamiento físico emancipado del propio aristotelismo y de la teología. Será uno de los primeros en realizar un tratado sobre economía “Origen, Naturaleza ,Derecho y Mutaciones de la Moneda” en el que reflexiona sobre los desórdenes de que habían sido responsables los reyes franceses ,al recurrir continuamente a la falsificación o adulteración del dinero. Será también uno de los primeros monetaristas (corriente muy importante en la historia del pensamiento económico).
Su doctrina busca asentar la posición del rey cómo figura fundamental en materia económica, teniendo en cuenta el contexto en el que se mueve ya que es un momento de crisis en plena Guerra de los Cien Años, cuando las monarquías aún no estaban asentadas.
Según Oresme, el príncipe, gobierno o monarca no debía oponerse al comercio, si no favorecerlo para aumentar el bienestar de los súbditos y conseguir más fondos para sus propias arcas(antecedente mercantilista) aplicando todo su poder para crear leyes que favoreciesen el comercio en beneficio de sus súbditos y de él mismo.
El papel del gobernante también será muy importante en la cuestión monetaria ya que el monarca será el que deba velar por la estabilidad de la moneda. Según este autor, era el rey el responsable de fijar el valor facial y el intrínseco de la moneda. Hay que tener en cuenta que en el Antiguo Régimen el valor de la moneda tiene valor intrínseco y nominal (en contraposición por ejemplo a la actual, que sólo tiene un valor nominal).Encontramos durante este periodo por lo tanto que el valor intrínseco de la moneda varia: Si hay menos otro y plata el valor del metal sube, pero el valor nominal de la moneda sigue siendo el mismo (Ley de Gresham).
Sobre este planteamiento establecerá una de las primeras teorías sobre la moneda, la del llamado premio de acuñación por la cual el rey tiene la prerrogativa de acuñación en exclusiva, pero no es en modo alguno dueño de la moneda en circulación. Para sufragar los gastos de dicha acuñación el príncipe puede exigir unos derechos de monedaje que podrá obtener mediante una pequeña diferencia a su favor entre el valor intrínseco de la moneda y su valor nominal.
Será la corona la que deba también garantizar la estabilidad del control monetario. Por ello el rey tenía la obligación de velar por su estabilidad al igual que hiciese el parlamento, órgano que debía controlar el papel del monarca.
El sistema monetario no debe alterarse excepto en condiciones de gran necesidad o en beneficio de la comunidad. Oresme distingue cinco tipos diferentes de alteración de la moneda:
Forma, razón, metal, denominación y material así como su cambio, custodia y tráfico (y las ganancias derivadas de dichas actividades) relacionándolo directamente con la usura. Ninguna de estas alteraciones esta permitida ya que la alteración monetaria suponía de algún modo alterar también la figura del monarca.
Como ulterior consecuencia de las alteraciones en la moneda puede verse la vigencia de la ley de Gresham de que “el dinero malo hace desaparecer al bueno”.
Sólo contempla la alteración de la moneda en caso de que variase en el mercado el valor de los metales del que esta compuesto el dinero o en una situación de emergencia (guerra o rescate del príncipe).
Pero para mantener esta alteración dentro de unos limites adecuados y prevenir su explotación por el príncipe la comunidad tiene el derecho de decidir por si sola cuándo, cómo y en qué manera debe alterarse esta razón, derecho que el príncipe no podrá usurpar en ningún momento. La cesión del derecho de alterar la moneda que hace Oresme a la comunidad y no al príncipe es un pilar sobre el que se apoya el desarrollo de la economía y también del pensamiento político. Es un planteamiento muy importante en referencia al absolutismo ya que en lo que respecta a la distribución de la riqueza y a la identificación entre propiedad y poder, se observa el profundo recelo con el que Oresme contempla la excesiva concentración de poder ya que su especial naturaleza le capacitaba para atacar las debilidades de sus contemporáneos.
En un programa de ascenso de las monarquías comenzará a darse una nueva corriente económica, el mercantilismo.
- Bibliografía:
“Historia de la Filosofía Medieval”
Rafael Ramos Guerrero.
Madrid. Akal (1996)
”Historia económica y social de la Edad Media”
Pirenne, Henri.
México.Fondo de cultura económica (1970)
“ El desarrollo del pensamiento económico”
Henry W. Spiegel
Barcelona. Omega(1987).