miércoles, 19 de diciembre de 2007

LA AGRICULTURA EN LA EDAD MODERNA


La agricultura es el principal sector de la economía de la Edad Moderna. Invadía todos los ámbitos, e incluso en el siglo XVIII se seguía viviendo en un alto porcentaje de la agricultura. La tasa agrícola en países desarrollados como Holanda o Inglaterra no bajaba del 70%, mientras que en zonas agrarias como Lituania o Polonia no bajaba del 80 o el 90%. Los demás sectores dependían de ella para funcionar, ya fuera la industria (como por ejemplo la textil) o el comercio (de multitud de productos agrícolas como los cereales). Para el Estado era importante también por el motivo de que buena parte de los tributos dependían de ella directa o indirectamente. Así mismo, la Iglesia encontraba en ella una importante fuente de beneficios a través de cargas como el diezmo. La gran mayoría de la población vivía directamente de ella, ya fuera trabajando en las tierras como campesinos o conformando las propiedades de la aristocracia.

El cereal era el producto más cultivado, aunque existían excepciones. Dos clases de razones explican esto. Las primeras son de tipo racional, ya que eran el ingrediente principal del pan (el alimento más importante de la dieta), mientras que las segundas son psicológicas, puesto que los productos que se cultivaban bajo tierra estaban mal vistos (como pudiera ser la patata, por ejemplo). En consecuencia estamos ante una agricultura de monocultivo, lo que lleva a cierto inmovilismo económico. La polarización de la actividad agraria en torno al cereal hizo que se retrasase la utilización de otros productos, como las leguminosas o el viñedo, que en el XVII en Francia se estaba convirtiendo en el cultivo más provechoso. Además es una agricultura extensiva, lo que requiere mucha cantidad de tierra pero poca mano de obra. Otros factores aparte, los rendimientos dependían en buena medida de la climatología.

Sin embargo, Mauro (en Martínez Ruiz, 1991:165) distingue cuatro grandes áreas de producción agrícola diferentes:
- Mediterránea: donde se advierten diversos niveles: la montaña proporciona pasto para ganado y madera; la ladera está dominada por el olivo, el trigo y la vid; y las mesetas, auténticos graneros de trigo.
- Nórdica: cuyas áreas de producción más significativas se situaban al norte de Francia y Alemania, donde el ganado gozaba de libre paso y de pastos y la rotación trienal se basaba en el cultivo del trigo o del centeno, alternando con avena o cebada.
- Atlántica: donde se distinguen a su vez tres áreas. En Flandes los polders permitían una agricultura de alto rendimiento y desarrollo de la industria textil (lino y cáñamo). Inglaterra estaba dominada por los cercamientos, que permitían el desarrollo ganadero y la organización racional de las tierras, lo que posibilitaba altos rendimientos. Y por último, el suroeste de Francia y oeste de la Península Ibérica se hallaban en una situación intermedia entre las producciones atlánticas y las mediterráneas.
- Centro-oriental: donde los bosques estaban siendo desbrozados y los cereales (sobre todo el trigo de Polonia) jugarían un papel fundamental en la alimentación.

Es notable el gran desequilibrio existente frente a la ganadería, que se va a acrecentar durante el siglo XVI, puesto que toda la tierra que se podía destinar a la ganadería va a ser utilizada para plantar cereal por el miedo a la escasez. Hay que tener en cuenta que en este siglo la población aumenta, por lo que para poder ser alimentada hay que extender el número de hectáreas cultivadas, lo que a su vez hace que la ganadería se reduzca. Por el contrario, el descenso de la población en el XVII va unido a al declive de la agricultura.

Las tierras cultivadas se van haciendo más deficientes según pasa el tiempo, lo que hace que en el XVII ya estén agotadas. En ello tiene mucho que ver el bajo nivel de tecnificación de la agricultura. Apenas se abonaba y los arados seguían siendo de madera. Hasta el siglo XVIII los útiles habían sido los mismos que en la Edad Media, de madera y sin haber sido perfeccionados. La única innovación que se introduce en el siglo XVI va a ser el empleo de las mulas frente a los bueyes, lo que tiene positivo un menor consumo y una mayor rapidez, pero el inconveniente de que el arado es más superficial. En Europa se va a dar la “ley de rendimientos decrecientes”, que hace referencia al menor beneficio debido al agotamiento progresivo de las tierras. Pero a lo largo de toda la Edad Moderna el cereal fue subiendo de precio, lo que hacía que grupos con posibilidades invirtieran más en tierras, a lo que ayudaba la llegada de oro y plata que se estaba produciendo en el XVI.

Para Koenigsberger y Mosse (1974:34) el aumento de población significaba una demanda constantemente creciente de pan y carne, lana y lino, así como de materiales de construcción y combustible. Así que para hacer frente a estas exigencias crecientes se perfeccionaron algunas técnicas agrarias y se incrementó la especialización local: horticultura en los Países Bajos, arroz en el valle del Po, vid en Francia... Pero la gran parte de los agricultores europeos carecían del capital necesario para introducir las mejoras recomendadas, por lo que la demanda aumentó más rápidamente que el suministro. Los costos aumentaron con la elevación de las rentas, con la extensión de los cultivos a tierras menos fértiles o menos accesibles y, a la larga, con el alza de los salarios. Tal como observa Pennington (1973:60), era necesario poseer capital que pudiera invertirse en las mejoras. En este aspecto, el Oeste se hallaba en mejor posición que la Europa oriental o la mediterránea.

Fue una época en la que se extendieron las técnicas de rotación de cultivos. La más utilizada era la bienal o de año y vez, en la que un año la mitad de la tierra se cultivaba y la otra se dejaba en barbecho y al año siguiente era al revés. También se utilizaba la de tres hojas o trienal, en la que en una parte se plantaba cereal, en la otra leguminosas y la otra se dejaba en barbecho. La recuperación de la tierra no seguía ninguna técnica, sino que se dejaba una parte sin cultivar.

También es importante observar cómo va a ser la evolución de la propiedad en la Edad Moderna, que es un factor positivo. Es la época de la privatización, donde la propiedad privada va a adquirir importancia frente a la comuna. En Castilla la propiedad se dividía en realengo y señorío. Dentro de un municipio había bienes de propios y comunes. Los primeros son bienes que pertenecen al ayuntamiento, pero solo podían disfrutar de ellos quienes realizaran un pago, mientras que los segundos eran para disfrute de toda la población. Progresivamente los bienes comunales se van a ir reduciendo y se van a incorporar a los de propios, que a su vez van a dejar de ser propiedad municipal para pasar a ser propiedad privada. Así, los bienes comunes, que ayudaban a la población, van a dejar de existir casi por completo para pasar a ser privados. Sus propietarios van a ser oligarcas, que irán adquiriendo cada vez más poder ya que no sólo controlarán la tierra, sino también el poder del municipio. En Inglaterra, por ejemplo, se van a dar los enclosures, el cercamiento de tierras que normalmente eran comunales. En cuanto al concepto de propiedad aparecen dos realidades heredadas de época medieval. Por un lado está la propiedad jurisdiccional, relativa a los derechos que podía poseer un señor con sus vasallos, y por otro la propiedad eminente, que hace referencia al uso. En los siglos modernos la que más aparece era la primera.

Salvo en Inglaterra o en Holanda, la agricultura miraba más a la Edad Media que a la Contemporánea. Aunque sí va a existir una revolución financiera que incorpora dicha economía a los modelos capitalistas. La agricultura se va a implicar cada vez más en los sistemas de mercado, ya que cada vez más los excedentes van a comercializarse. Esto se debe también a al alza de precios y al incremento del oro y la plata. Esto va a hacer que el dinero esté cada vez más presente en la economía. Ayuntamientos y campesinos se endeuda porque piden préstamos para revalorizar sus tierras. En torno a la agricultura van a aparecer procesos especulativos. Así pues, la gran revolución agrícola no va ser técnica sino financiera.

En cuanto a las tendencias de la producción en el mundo moderno, ya hemos mencionado que el XVI es un siglo de expansión económica y de la agricultura, como el XVII lo es de recesión, de mengua de la producción. En el XVIII se vuelve a retomar la expansión, especialmente hasta 1760 aproximadamente. Al crecer la población en el XVI crece la producción, porque crece la mano de obra. Hay también nuevos mercados, aunque esto sea más importante en la industria, y crece el stock monetario (el oro y la plata). Existen también mercados financieros adecuados, que funcionan mediante la letra de cambio, lo que hace que se multipliquen las posibilidades comerciales. Las letras de cambio son como cheques, dinero en papel, que se utilizaban si alguien (dador) quería pagar a otra persona (correspondiente) a través de un intermediario o tomador.
La agricultura se benefició de estos medios de pago, pero también se vio afectada por sus limitaciones, como la ley de rendimientos decrecientes. Los rendimientos eran muy bajos, de 1 a 4, lo que quiere decir que se recogían cuatro granos de cada uno sembrado. De ellos había que descontar la tasa de reproducción, los impuestos, el consumo del agricultor y el de sus animales, por lo que los rendimientos eran muy justos.
El gran granero de Europa fue Polonia, la zona con mayor producción de cereal. Su producto llegaba al resto del continente por la intermediación de los holandeses. También era importante la producción en Sicilia, así como en otros lugares como el norte de España, Francia o Italia, donde de manera excepcional se podían encontrar grandes rendimientos.

El siglo XVII fue un siglo de ajustes, puesto que aunque hubo zonas que no resintieron especialmente y que mantuvieron un nivel de producción aceptable (como Holanda o Inglaterra), fue un periodo de crisis económica general. Esta se debió a factores como el descenso de la población, el enfriamiento del clima en relación con el siglo precedente, o las guerras, que devastaban el terreno y restaban mano de obra para trabajar en el campo. Lo que sí es cierto es que una serie de cosechas desastrosas afectaron a extensas zonas del continente más o menos simultáneamente: 1649, 1660-61 y 1690. Los adelantos operados en esta época fueron pocos, pero hubo algunos como el nuevo cultivo de la patata, que según Pennington (1973: 58) en 1700 se había convertido en Irlanda en una importantísima fuente alimenticia.


La agricultura en los Países Bajos.

Nos encontramos ante una agricultura excepcional, también desde el punto de vista científico. Su sistema es el de los polders, terrenos ganados al mar, desecados y puestos en cultivo. Son tierras muy fértiles, ya que periódicamente se inundaban y luego los desecaban por un sistema de molinos hidráulicos. También se ven beneficiados por la utilización del abono, lo que imparte mayor equilibrio, y por el aumento de la eficacia de los arados. Llegan a rendimientos de hasta 1 a 11, establecidos en un régimen de agricultura extensiva, aunque también había casos de intensiva. Existía una ganadería estabulada, por lo que no se daba el desequilibrio que en otros países.
Disfrutan de un importante mercado muy avanzado, que les daba dinero para poder desarrollar esta agricultura. Controlan el mercado del cereal polaco, lo que hace que no sea necesario dedicar toda la tierra holandesa al cultivo del cereal, sino que también la emplean en la ganadería o en cultivos alternativos como el nabo, el trébol o la avena, que eran muy ricos en nitrógeno, por lo que la tierra se recuperaba más fácilmente.
Todo esto es un proceso que fue surgiendo en el siglo XVI. Como el cereal sube de precio buscan controlarlo y comprarlo del norte de Europa en vez de cultivarlo ellos mismos.
También es importante tener en cuenta el régimen de propiedad de la tierra. Había una menor proporción de gente sin tierras, pero gozaban de una situación más favorable por los regímenes de censos enfitéuticos. La enfiteusis era una fórmula jurídica procedente del Derecho Romano, que consistía en que el señor dejaba a un campesino el trabajo y la explotación de la tierra a cambio de un canon, que solía ser una pago en especie. Se solía heredar de padres a hijos, sin renovarse, por lo que el canon era siempre el mismo y con el paso del tiempo era muy ventajoso para el campesino. Así, en la práctica los campesinos acaban apropiándose de la tierra, que a veces incluso subarrendaban.
Para Pennington (1973:58), fue en los Países Bajos donde la innovación en el siglo XVII fue más lejos, ya que la producción de trigo aumentó asombrosamente, se introdujeron nuevos sistemas de rotación, se hizo uso de la turba y la cal y la alimentación invernal del ganado produjo más estiércol. Todo esto provocó que se hiciera mejor uso de cada porción de tierra.


Bibliografía:

- Koenigsberger, H. G., Mosse, G. L. (1974): Europa en el siglo XVI. Aguilar. Madrid.

- Martínez Ruiz, E., Jiménez López, E., Armillas J. A., Maqueda Abreu, C. (1991): Introducción a la Historia Moderna. Ed. Istmo. Madrid.
- Pennington, D. H. (1973): Europa en el siglo XVII. Aguilar. Madrid.